viernes, 10 de agosto de 2012

Banderas abandonadas

Es triste decirlo, pero en España no ha habido una exaltación generalizada de patriotismo desde el final de la posguerra hasta que la selección nacional de fútbol consiguió la Eurocopa y el Mundial. Entonces es cuando empezamos a ver banderas españolas en los balcones, aunque esto empezó a verse por primera vez no en España sino en Portugal, con ocasión de la Eurocopa celebrada en este país. Y no puede considerarse nada extraño, ya que desde que la izquierda dio el golpe de estado de abril de 1931 todo ha ido de mal en peor. Y no porque las acciones cometidas por unos y por otros fueran desastrosas, que también, sino porque aquellas situaciones de violación de los derechos humanos, de genocidio, de persecución religiosa, de cainismo, posteriormente fueron encubiertas por unos y por otros como un ideal. Es decir, la única etapa de la historia de España que ha sido próspera en todos los sentidos, la propiciada por su majestad don Juan Carlos I, ha estado siempre menospreciada por los herederos y nostálgicos de la barbarie y el desastre nacional.
Todavía hoy la bandera nacional y los símbolos de la patria se relacionan con un sector político minoritario de la sociedad que añoran un concepto monárquico de la nación detentada por un militar golpista. Es evidentemente una idea artificial y fascista de España. La del reino sin rey.
El otro bando no se considera patriota, de hecho, goza con todas las defecciones autonómicas y parece que sus partidarios viven aquí porque no tienen más remedio. No se sabe muy bien cuál es su idea de España. Quizá es que no exista. Me parece legítimo, pero que lo digan y que propongan qué es lo que quieren hacer. Y siempre es importante que les vote alguien.
Por otro lado, lo de las banderas es otra historia. Desde aquella eurocopa que ganamos la gente se puso a izar banderas de España en sus casas, balcones, terrazas, tejados. La verdad es que me emocioné. Porque eran banderas por primera vez sin el sentido político del mataste a mi abuelo y ahora te jodes hijo puta. En esta ocasión todos estábamos de acuerdo, excepto alguno que, contumaz, saca símbolos de la guerra entre hermanos, como la bandera republicana.
Con todo, lo habitual es la exposición de la bandera roja y gualda. No digo yo que no me guste verlas ondear en los balcones y los tejados de Badajoz. Pero cuando pasan unos meses, y años, y la tela empieza a desgarrarse y el gualda y rojo a clarear, la enseña nacional parece abandonada en tierra enemiga. Cuántas veces hemos visto en las películas americanas cómo izan por las mañanas la bandera y luego la recogen con toda la pompa al terminar el día. O cómo los marines la doblan para dársela a la viuda en el entierro militar. Todo eso nos hace mucha gracia y nos parecen americanadas que soportamos en los telefilmes con condescendencia. Además, más importante les ha parecido siempre a muchos justificar la masacre del contrario que los símbolos. El caso es que la competición deportiva termina y pasa, y las banderas se quedan, abandonadas, al pairo, y se van estropeando por el trapeo del viento y la fuerza del sol día tras día. Es la metáfora del comportamiento del pueblo español, que contempló los últimos coletazos del franquismo y ahora estima como representativas los movimientos callejeros.
Nunca les pareció ni a unos ni a otros la democracia de Juan Carlos I la mejor etapa de la historia de España. Dejaron la bandera abandonada, hasta que el sol y el viento la destrozase, porque no les importaba. Esperaron con paciencia. Y llegó la crisis, Urdangarín, incluso pronto la selección de fútbol empezará a perder. Cuando se acuerden, se encontrarán la bandera que colgaron hecha un despojo, perdido el color original, y no la reconocerán como suya.

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