domingo, 14 de octubre de 2012

Botas de fútbol


Hace unos días acompañé a mi familia al nuevo centro comercial de Badajoz, El Faro. En un momento que conseguí escaparme busqué unas botas de fútbol, ya que las mías eran del año mil novecientos ochenta y tantos. En este nuevo súper centro comercial hay tres tiendas deportivas. Dos cosas me sorprendieron: primero, en ninguna de ellas había botas de tacos; segundo, no existían otros colores que los fosforitos. No compré ninguna de aquellas horteradas. Días después encontré en Sprinter unas botas de multitaco negras y amarillas que más o menos me cuadraban con lo que yo quería.

Que no haya tacos de aluminio es normal, ya que en Badajoz no hay campos de hierba, salvo el Vivero y algún otro. No los había en los años setenta y ochenta y sigue sin haberlos ahora. Tanto que gusta en España sobrepujar lo antiguo, pues en esto nada. Seguimos sin hierba. Antes quitábamos los tacos de aluminio y poníamos otros de plástico para jugar en tierra.

Mis primeras botas de fútbol me las trajeron los Reyes Magos. Eran unas botas Marco. De las nuevas, porque no eran totalmente negras, sino que tenían un ribete blanco. Entonces eran muy clásicas, porque la mayoría ya  tenían rayas blancas tipo adidas. Sin embargo la revolución tardaría en llegar. Y lo hizo el futbolista Alfonso que fue el primero en llevar botas blancas. No se me olvida, ya que en una entrevista radiofónica el típico periodista ignorante preguntó a Alfonso qué diferencia notaba en aquellas botas. El jugador contestó que eran más cómodas. El periodista tuvo la descortesía de ridiculizar al gran Alfonso Pérez argumentando qué tenía que ver el color con la comodidad de unas botas. Yo, en cambio, que entonces era un simple estudiante de Latín, recordé que es verdad que cualquier prenda de color claro es más suave que una de color oscuro.

Más tarde llegó el festival: no hay otras botas en las tiendas, ya sean de hierba natural, artificial o tierra, que no imiten las macarradas que usan Ronaldo, Neymar u otros fantoches del campeonato.

Mi único consuelo es que las botas que hoy me he comprado, que tanto me ha costado conseguir negras, no son  para jugar al fútbol, deporte que últimamente me es algo antipático. Sobre todo porque intentas ver los goles del Atleti el domingo por la noche y te encuentras un rollazo de tíos discutiendo sobre si Messi dijo aquello o Cristiano tiene un coche negro o rojo.

Recuerdo que mi admirado y súper criticado por todos, José María García, nunca pudo ser acusado de madridista ni de barcelonista. Hoy en cambio todos los periodistas y colaboradores de los programas de televisión se jactan sin vergüenza de ser seguidores de uno u otro equipo. Hay incluso un individuo que coloca en su mesa una foto de Mourinho mientras habla.

En todos estos años Badajoz sigue sin campos de hierba. Sin embargo, el populacho sigue practicando el fútbol allá donde puede, con botas amarillas o naranjas. Por la noche ven futboleros o Punto Pelota y disfrutan con los dislates de los colaboradores más fanáticos del Real Madrid.

En cualquier otro deporte encuentras otro rollo. Rugby, pádel, tenis, golf, gimanasia, natación, judo, kárate, jiujitsu, trekking, senderismo, baloncesto, voleibol, ping-pong, ajedrez, ciclismo, piragüismo, vela, esquí, pilates, capoeira, esquash, fútbol americano, atletismo, petanca, balonmano, natación sincronizada, automovilismo.

Por no hablar del bochornoso espectáculo que ofrecen los padres de los niños que juegan al fútbol cada jornada en todos los campos de España. Normalmente de tierra. Y es que lo más patético es que toda esta gente corretea por campos de barbecho con botas fosforescentes hacia una portería fabricada con piedras o mochilas, quizá con la trampa de ser más pequeña que la contraria, y protegida por un portero sin rodilleras, y con solo un guante. Eso sí, imitación del de Casillas. Ídolo, como otros, iceberg de lo que en realidad ha sido España. De pies de barro. O de tierra. Donde aquellos tacos de plástico quedaban arañados. Porque no se utilizaban en el terreno apropiado.

viernes, 10 de agosto de 2012

Banderas abandonadas

Es triste decirlo, pero en España no ha habido una exaltación generalizada de patriotismo desde el final de la posguerra hasta que la selección nacional de fútbol consiguió la Eurocopa y el Mundial. Entonces es cuando empezamos a ver banderas españolas en los balcones, aunque esto empezó a verse por primera vez no en España sino en Portugal, con ocasión de la Eurocopa celebrada en este país. Y no puede considerarse nada extraño, ya que desde que la izquierda dio el golpe de estado de abril de 1931 todo ha ido de mal en peor. Y no porque las acciones cometidas por unos y por otros fueran desastrosas, que también, sino porque aquellas situaciones de violación de los derechos humanos, de genocidio, de persecución religiosa, de cainismo, posteriormente fueron encubiertas por unos y por otros como un ideal. Es decir, la única etapa de la historia de España que ha sido próspera en todos los sentidos, la propiciada por su majestad don Juan Carlos I, ha estado siempre menospreciada por los herederos y nostálgicos de la barbarie y el desastre nacional.
Todavía hoy la bandera nacional y los símbolos de la patria se relacionan con un sector político minoritario de la sociedad que añoran un concepto monárquico de la nación detentada por un militar golpista. Es evidentemente una idea artificial y fascista de España. La del reino sin rey.
El otro bando no se considera patriota, de hecho, goza con todas las defecciones autonómicas y parece que sus partidarios viven aquí porque no tienen más remedio. No se sabe muy bien cuál es su idea de España. Quizá es que no exista. Me parece legítimo, pero que lo digan y que propongan qué es lo que quieren hacer. Y siempre es importante que les vote alguien.
Por otro lado, lo de las banderas es otra historia. Desde aquella eurocopa que ganamos la gente se puso a izar banderas de España en sus casas, balcones, terrazas, tejados. La verdad es que me emocioné. Porque eran banderas por primera vez sin el sentido político del mataste a mi abuelo y ahora te jodes hijo puta. En esta ocasión todos estábamos de acuerdo, excepto alguno que, contumaz, saca símbolos de la guerra entre hermanos, como la bandera republicana.
Con todo, lo habitual es la exposición de la bandera roja y gualda. No digo yo que no me guste verlas ondear en los balcones y los tejados de Badajoz. Pero cuando pasan unos meses, y años, y la tela empieza a desgarrarse y el gualda y rojo a clarear, la enseña nacional parece abandonada en tierra enemiga. Cuántas veces hemos visto en las películas americanas cómo izan por las mañanas la bandera y luego la recogen con toda la pompa al terminar el día. O cómo los marines la doblan para dársela a la viuda en el entierro militar. Todo eso nos hace mucha gracia y nos parecen americanadas que soportamos en los telefilmes con condescendencia. Además, más importante les ha parecido siempre a muchos justificar la masacre del contrario que los símbolos. El caso es que la competición deportiva termina y pasa, y las banderas se quedan, abandonadas, al pairo, y se van estropeando por el trapeo del viento y la fuerza del sol día tras día. Es la metáfora del comportamiento del pueblo español, que contempló los últimos coletazos del franquismo y ahora estima como representativas los movimientos callejeros.
Nunca les pareció ni a unos ni a otros la democracia de Juan Carlos I la mejor etapa de la historia de España. Dejaron la bandera abandonada, hasta que el sol y el viento la destrozase, porque no les importaba. Esperaron con paciencia. Y llegó la crisis, Urdangarín, incluso pronto la selección de fútbol empezará a perder. Cuando se acuerden, se encontrarán la bandera que colgaron hecha un despojo, perdido el color original, y no la reconocerán como suya.

domingo, 15 de julio de 2012

Cosas de la secta

Es muy curioso, pero ya empieza a cansar. Las críticas a las selecciones nacionales son habituales en todos los países, pero en España es de locos. La razón es sencilla: La secta, verbigracia, correligionarios del Real Madrid. No sé por donde empezar. Lo mejor es hacerlo por el principio. Como todos sabemos, cuando un servidor empezó a tener uso de razón y a conocer que existían unas competiciones internacionales que sin duda alguien ganaba,nuestro único palmarés consistía en una Eurocopa y un pase a semifinales de un mundial: los goles de Marcelino y Zarra, respectivamente, confusas jugadas en blanco y negro en las que no sabíamos desde dónde se centraba o si se marcaba de cabeza o con el pie. Después vimos la final europea contra Francia en la que a Arconada se le escapó un balón por debajo de la barriga.
Más tarde, la etapa de Javier Clemente consiguió resultados muy positivos, mientras recibía el ataque y el odio unánime de la secta. ¿Motivo? Dejar de seleccionar a la famosa quinta del Buitre ganadora de dos Copas de la UEFA (lo que, a veces, llaman porque no se acuerdan de que es lo único que ganan últimamente, chupitos). Cuando llegó el atlético Luis Aragonés y se cargó al adorado Raúl por egocentrismo, crear mal ambiente y porque además tenía a otros que luego, fíjate tú qué cosa, ganaron un mundial y dos eurocopas, las críticas se convirtieron en gravísimos insultos y comentarios ofensivos hacia el seleccionador, sobre todo por parte de los comentaristas declarados madridistas que lo más bonito que le llamaban era "viejo". El caso es que además, la obcecación es tal que es que no se dan cuenta de algo que se ve venir, y  algunos seguían echando el veneno prácticamente hasta la final.
Pero aquí no acaba la historia. Pasada la Eurocopa, llega el madridista del Bosque, sustituyendo al viejo que ganó gracias a que los jugadores eran muy buenos. Lo que quizá no se esperaban es que del Bosque actúa para ellos como don Juan Carlos para los post-franquistas, es decir, les sale rana: respeta el esquema y los jugadores de Luis y por supuesto, no convoca a Raúl. No se les ha pasado el primer emberrenchinamiento y hemos ganado el mundial. Lo que para un españolito de mi edad es similar a salir una noche y enrollarse a Irina Shayk o que nos devolvieran Gibraltar. Lo más curioso llegó con esta última Eurocopa. Repetimos por tercera vez las mismas majaderías: "Jugamos sin delantero". "Tocamos mucho, pero no tenemos profundidad". "Raúl ha hecho una gran temporada". "Torres no marca goles" (máximo goleador del torneo). Un comentario de Facebook de un alumno mío fue muy divertido: "Estamos en la final, pero España no me convence". Me tienen tan mareados a mis pobres muchachos, que no saben si acudir a las competiciones consiste en ganarlas o atender a las gillipolleces de Siro López.
Somos el único equipo que ha ganado consecutivamente estos tres títulos. En esta fase final en concreto, solo nos han marcado un gol. Nadie nos ha ganado. Es más, como diría Hugo Sánchez, no recuerdo quién fue el último macho que nos ganó. Sin embargo, algunos que casi estaban ya pensando en celebrar los goles de Ronaldo, recibieron estupefactos la goleada a Italia. Lo que hace el fanatismo: no descubren la religión verdadera aunque la tienen delante.

sábado, 9 de junio de 2012

Tópicos de la prensa deportiva

Es curioso cómo existen unos tópicos o verdades universales que los periodistas deportivos repiten como un reflejo de lo que la sociedad española piensa. No voy a entrar en la lucha Real Madrid/ Barcelona, porque esto quizá sea motivo de otra entrada. Además, no me apetece mucho. Hay afirmaciones o expresiones curiosas como “la armada española”, en tenis, que quiere decir algo parecido a que hay que alegrarse de si Feliciano López pasa a la segunda ronda, en una determinada competición, con el resto de jugadores españoles, por supuesto. Otra es la de los que se regocijan con la victoria de los equipos españoles en competiciones europeas. “Yo quiero que ganen todos los equipos españoles”, dicen algunos. Pues yo no. Primero porque me debería dar igual. Pero no es así, porque todo lo mal que le vaya al Madrid, por supuesto, al Barcelona y sobre todo al resto, Sevilla, Valencia, etc., es bueno para mí. ¿O qué es lo que nos interesa? ¿que a los equipos rivales les vaya bien en Europa, ganen dinero, te fichen a los jugadores que te interesan o incluso a los propios? Es de locos. Por mi parte, no me importa reconocer que mi interés en las ligas europeas es que el Atleti de Madrid llegue lo más lejos que pueda y que los demás españoles sean eliminados lo antes posible.
Y hay más: ¿Qué es eso de “todos los españoles somos un poco del Betis”? Gilipollez más grande no he oído en mi vida. Bueno, sí, esa de que lo que hace el Athletic del Bilbao tiene mucho mérito. Esa es también muy divertida. “Es que todos los jugadores son de la cantera”. Al aficionado español se le llena la boca con lo de la “cantera”. Un equipo ficha dos días antes a uno de una ciudad cercana y ya dice todo el mundo que es de la cantera. Además, en el caso del Athletic es mentira, ya que el requisito para jugar en este equipo es ser vasco, no de la cantera. Es un caso de pura xenofobia. Con el agravante de que siguen la filosofía de los nacionalismos fascistas de principios del siglo XX. Es decir, todas las regiones cercanas se me antojan como mías y, así, ficho a navarros, riojanos, etc. No sé qué coño cantera es esa. Por otro lado, no entiendo cuál es el mérito de deambular todas las temporadas por los puestos bajos de la tabla, con el riesgo de descender un año sí y el otro también. Y en la temporada que disfrutan de una racha buena y quedan los séptimos, todos los periodistas los alaban porque tienen mucho mérito.
Otra alabanza incuestionable es a la de la afición de San Mamés. “La catedral”, llaman al estadio en la prensa. Bonito espectáculo nos dieron, junto a los del Barcelona, los aficionados de “la catedral” en la última copa del rey. Quizá estas situaciones sean inevitables, y que conste que no estoy pidiendo que los periodistas forofos del Madrid digan más gilipolleces de las que dicen en la televisión, pero por lo menos que no tengamos que escuchar, año tras año, elogios que son falsos. Ocurre en este caso lo que con algunas suegras, que convierten los defectos propios o de su familia en virtudes y las virtudes de la familia política o contraria en defectos inherentes. Qué le vamos a hacer.