domingo, 26 de diciembre de 2010

El viajero hispánico

No digo que esto de los controladores no haya sido una faena, o, si se quiere, putada, pues ya complicado es viajar en avión, que te pierden la maleta o te retrasan el vuelo o te dejan sin asiento en un decir Jesús como cosa habitual. Sin embargo, estaba yo viendo en la tele uno de los muchos reportajes sobre el tema que ahora están proliferando en las cadenas, y pensé lo siguiente: “Pero ¿dónde va toda esta gente para cuatro días y con la crisis galopante que nos asola, veja y humilla?” “Deben ser todos millonarios —pensé— porque hablan de billetes de avión de miles de euros con una tranquilidad que pasma”. Pero, curiosamente, deben ser millonarios muy mal vestidos porque llevan casi todos una pinta horrorosa. Yo, como soy un cateto que nunca hago estos viajes no sé si es que hay que ir muy cómodo, pero, narices, yo tengo ropa bastante confortable y mucho más bonita.
Cuando el reportero comienza a hablar con los atribulados viajeros ya puedo empezar a responderme a mi pregunta inicial: ¿dónde van? Pues una señorita cuando se abre el espacio aéreo besa alborozada su billete a Londres como si allí le fueran a regalar una fabulosa fortuna. Un grupo numerosísimo acompañan a unos novios casi cincuentones que han decidido casarse en Las Vegas. La camiseta que lleva el novio es pa verla. Otra familia va con el padre en silla de ruedas a Canarias. Buen clima, aunque no sé si lo suficiente para tal odisea. Otros, pobres, van de duelo y viajan con el fallecido en su féretro. El reportero adopta un tono conversacional muy adecuado. Tres jóvenes, de los cuales ninguno era Paris Hilton, se habían gastado 750 pavos cada uno en una entrada para un partido de baloncesto de la NBA al cual ya no podían ir.
Sin duda la televisión ha escogido lo más pintoresco, sin embargo me temo que todas estas historias, que remedan una película a medio camino entre La escopeta nacional y La ciudad no es para mí, son un reflejo bastante fiel de lo que ocurre con esta afición viajera de los españoles. Otro usuario, ya mayorcete, le ha regalado a su novia un viaje a París y se queja amargamente porque es autónomo y el desembolso le deja tieso. La idea de coger un hotel de su bolsillo se le aparece como una negra pesadilla. Me atrevo de nuevo a opinar: “Entonces como coño te vas a París, si allí por un café te van a pegar una clavada que te vas a tener casi que volver”. Ya sé: el superviajero español quiere “ver”. Y ver por televisión no es lo mismo. Pues no será lo mismo, no lo discuto, pero si lo tienes que ver con un bocata de jamón york es muy parecido.
Mi mujer y yo hicimos un crucero por Italia en el viaje de novios. Vi muchas cosas. Ciudades maravillosas. Pero prefiero vivir a ver. No me compensa ver in situ algo si no voy a vivirlo, un mes, un año, trabajar allí, hacer un curso, no sé… Creo que así sí merece la pena. En fin, todo es cuestión de gustos, pero sigo pensando que pa puta y en chancletas es mejor estarse quieta.

2 comentarios:

Rafa dijo...

A la gente le gusta decir que han estado en un lugar a mil kilómetros de aquí. Eso si, prefieren buscar un burguer king en vez de cambiarse el chip y descubrir las cosas que no se muestran en las guias.

Es lo que toca Paco, estamos en un mundo en el que si no has hecho/visto/comido/etc. más cosas que el de al lado, no te mereces hablar en una conversación.

Vaya los blogs que descubre uno por internet jejeje. Un saludo "Don" Paco!

Paco Lledó dijo...

Buen comentario, Rafa.