domingo, 10 de octubre de 2010

Señorita (la Guerra de las palabras VI)

Desde hace ya algún tiempo no sigo el sainete político nacional, ya que los programas de televisión que tratan el tema o me aburren o me exasperan. En la radio, por la mañana, prefiero sintonizar las cadenas portuguesas: así perfecciono la lengua y no llego a clase cabreado. Con todo, mi compañero Eduardo me informa puntualmente de las cosillas curiosas que suceden en nuestra piel de toro, como decía mi admirado don Jaime Campmany. El otro día me comentó que en Cataluña habían decidido no prohibir el bou embolat (paradigma del salvajismo) por su interés turístico o tradicional, no sé bien. No me sorprendió. Allí, por algún motivo que se me escapa, consienten hace tiempo que les gobierne un grupo de pintorescos personajes, por decir algo no demasiado ofensivo.
Su última información hacía referencia a una de las consecuencias en la controvertida elección del candidato socialista a la Comunidad de Madrid. Parece ser que después de que los primeros espadas del PSOE quitaran importancia a la derrota de la candidata propuesta por el presidente del gobierno, doña Trinidad Jiménez, don Alfonso Guerra suscitó la polémica con la siguiente declaración: "ha ganado el señor Gómez y ha perdido la señorita Trini y los que la apoyaban". Por lo visto las ministras del gobierno (me ha dado pereza indagar cuáles) se han rasgado las vestiduras ante tal descortesía y han calificado al histórico dirigente de su partido de machista. Quien se despachó a gusto en otro tiempo y era azote de rivales y correligionarios probablemente ni se ha inmutado. Aún recordamos cómo llamaba al presidente Suárez: "tahúr del Mississipi con chaleco floreado". Pero la expresión y las reacciones producidas merecen alguna reflexión.
En primer lugar, mucho me temo que la indignación de las señoras ministras tiene poco que ver con el tratamiento recibido por su compañera de bancada y partido. Más bien sospecho que lo que les saca de sus casillas es que ataquen a su mentor y benefactor, el presidente Zapatero. Todos recordamos el momento curioso de los nombramientos, con situaciones más parecidas a las de las celebraciones por los premios de la lotería de Navidad, que a despachos tan importantes para el estado. Por otra parte, no pueden estar más que agradecidas al que las ha convertido en próceres de la nación al frente de ministerios tan absurdos como los que dirigen. Erigiéndose además en cabecillas de esa moral de la que se jactan y que inoculan cada día impunemente a través de los medios de comunicación. Para políticos de este jaez, la reforma necesaria del país pasa por jodiuras como desterrar del uso lingüístico expresiones como la de "señorita". Tan poderosos se creen que piensan que pueden domeñar a la gente incluso en lo único que realmente aún es soberana: en el uso de la lengua.
Para terminar, tan solo un par de matizaciones al señor Guerra, sin acritud, cómo decía don Felipe González. Con señor, señora o señorita se utiliza el apellido, no el nombre de pila, y mucho menos en su versión familiar, a no ser que haya ganas de cachondeo. En segundo lugar, dice don Alfonso que el término y su intención no es despectiva sino cortés. Desde luego, pero esa cortesía se emplea por la juventud y otras virtudes que no me atrevo a enunciar (tan atemorizado me tiene el nuevo dogma) y la señora Jiménez es divorciada.
En definitiva, no entiendo muy bien la conversación que tienen estos señores, señoras y señoritas, que las habrá, naturalmente.