viernes, 19 de febrero de 2010

Curiosos argumentos

Hoy ha llegado a mis manos un ejemplar de El País. No puedo evitar comentar un peculiar artículo publicado en la sección de opinión. La columna se denomina El acento y no va firmada. Solo aparece un nombre que creo es el del autor de un dibujo que ilustra el texto. Su título es Cristos gays y otras blasfemias. El autor critica que personas a las que llama "ultrarreaccionarios" y "ultracatólicos" hayan conseguido clausurar, en la Universidad de Granada, una exposición de un "joven fotógrafo" que "reinterpretaba" las estaciones del via crucis de nuestro Señor en el que se podía ver a Jesucristo, la Virgen y San José en actitudes que he evitado escribir por repugnancia. Sobre todo la de Santa María. En cambio, este juntaletras se sorprende de que en Granada se hayan "rasgado las vestiduras". Por si el "joven fotógrafo" no lo había hecho ya, se mofa de los que reaccionamos ante este tipo de exposiciones, tratando el tema con sorna y esa pretendida superioridad moral de la que se jactan estos individuos.
Para defender su opinión emplea dos argumentos que podríamos calificar con generosidad de curiosos. El primero lo enuncia con la rotundidad campechana del sensato visionario de andar por casa. Lo transcribo literalmente: "si les duele en la retina, tienen fácil solución: no verlo". Toma del frasco, Carrasco. No parece darse cuenta de lo de siempre, que ya es hasta aburrido el que se lo tengamos que repetir: el "joven fotógrafo" no está en su casa con sus amigos enseñando sus obras de arte, y reduciendo así su mal gusto a lo privado. Tampoco ha alquilado un buen local en el centro de Granada para exponer sus fotos y mostrarlas a aquellos que tengan el estómago de darse una vuelta por allí o gastarse su dinero en obras tan maravillosas. Las cuelga en la Universidad.
En el segundo argumento nuestro autor tira de erudición. Es un argumento de autoridad en el que cita a un "conocido agitador" (el artículo no tiene desperdicio) que afirma que la libertad de expresión es mucho más sagrada que cualquier dios, cualquier religión hasta el final de los tiempos. Este es el colofón del artículo. Y se queda tan tranquilo.
En lugar de refutar tan ingeniosas razones, se me ocurre imaginar una situación en la que alguien hiciera uso de tal libertad de expresión siguiendo tales principios. Sería, por tanto, una persona que no ha sido educada cristianamente. Por ejemplo, alguien que le comentara lo siguiente: "Oye, por cierto, no te pases por mi exposición de pintura ya que uno de los temas principales es tu madre que la pongo de puta. Así que no vayas. Espero que no te moleste, ya sabes que estoy en mi derecho sagrado de expresarme libremente. Y este tema me interesa muchísimo".
Quizá muchos consideren esto un exceso. Pero es que estoy harto. Estoy hasta donde no digo de respetar al que no me respeta. De subvencionar al que me insulta. De tolerar al que no me tolera. Harto de que piensen que somos imbéciles que nos tragamos su ingenuidad al defender al blasfemo, al provocador... Fingen no entender que tales hechos nos ofendan y nos hablan con condescendencia: "¿Por qué os molesta? Hombre, no te ofendas que no pasa nada..." Otras veces aluden veladamente a que nuestra indignación no es sincera lo que nos acusa aviesamente ante los demás y nos convierte injustamente en provocadores.
Ahora resulta que puede molestar un crucifijo que es el símbolo de la doctrina más noble que existe. Por el contrario, a mí no me puede molestar el fomento público de la blasfemia.
Es una cuestión de educación. Manifiesto sinceramente que me repugna incluso el enunciado de tales "reinterpretaciones". Debería bastarles con eso.