miércoles, 30 de junio de 2010

La mejor feria

(Artículo publicado en la revista de la Cadena Cope Badajoz San Juan 2010)
De alguien que se jacta de pertenecer a una familia de Badajoz desde hace muchas generaciones se podría esperar un artículo sobre la Feria de San Juan erudito o histórico. Sin embargo, no estoy desde luego capacitado para tal cosa. Mis conocimientos sobre la Feria son simples recuerdos, y no muchos por lo que explicaré más adelante.
En la actualidad, autonomías y ayuntamientos toman la iniciativa institucional de promover sus fiestas y todo tipo de particularidades. En nuestra infancia, por los años setenta, más bien parecía algo casi espontáneo o, al menos, esa es ahora mi percepción. Recuerdo un día de Feria, por ejemplo, con los “cacharritos” en el Salto del Caballo junto a la muralla, en un impresionante barrizal al que mi madre, sin darse cuenta, tiró al pasar una manzana de caramelo de un sencillo puesto, recibiendo las desvergonzadas voces del vendedor.
Entonces yo tenía un problemilla algo serio: no me gustaba montarme en las atracciones. No es que me dieran miedo, o quizá sí, no sé; simplemente no me gustaban. Eso sí, era un niño obediente: igual que iba al colegio, al médico o al campo en Navidades, me montaba en los “cacharritos” todas las veces que lo pedían mi hermana o mis primos sin ni siquiera protestar o manifestar mi desagrado. Los niños antes éramos así. O yo era así.
Posteriormente, en esa edad en la que parece que uno ha renegado de su casa o de su familia, y los amigos son el centro sacrosanto de nuestra existencia era muy complicado divertirse en la Feria. Siempre estábamos de exámenes. Entonces el ferial se instalaba en el Polígono de la Paz. Por la mañana era algo así como el desierto del Sáhara. Cambiar de caseta era recordar los famosos versos escolares de Dámaso Alonso: “polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga”. A pesar de la temida evaluación final, siempre había alguna escapada y no faltan los recuerdos: Aquella maldita botella de Fino Quinta, el feriante que se lo montaba con una pelota de goma y tres paquetes de Fortuna, la prima de Fernando…
Nunca me ha gustado el ferial. Entiendo que tiene su encanto para mucha gente y no se entendería la Feria de San Juan sin el ferial, porque además muchísimos años ha consistido casi exclusivamente en eso, aparte de los toros. Recuerdo que a mis amigos les encantaba el ferial y no solo el nuestro, también íbamos a los pueblos. Si no quieres caldo… Yo, en cambio, soy un poco especial. Los zapatos quedaban completamente cubiertos de un polvillo fino y pegajoso; al día siguiente, la nariz… esto mejor lo dejamos. Una circunstancia, sobre todo los últimos años, me irritaba: el esfuerzo vano de las casetas de acondicionar un lugar inhóspito, inadecuado, expuesto a unas condiciones climáticas horribles, cuando en la ciudad todo está dispuesto.
Aquellos años era costumbre menospreciar casi todo de Badajoz: Que si era una ciudad fea, que no tenía monumentos, que había muy pocos habitantes, que la ciudad era pequeña, que si la ropa había que comprarla en Madrid, que para cenar teníamos que ir a Elvas, etc. Puede que todo fuera cierto, no sé. Desde luego se asumía de forma resignada que esto era así. Entonces fue cuando comenzaron a decir que nuestra feria era una imitación de la de Sevilla. Quizá tenían razón.
Un día, mi padre, con ese tono que muchas veces adoptamos al sobrepujar lo pasado, me comentó que hace muchos años la Feria se celebraba en la ciudad. Escuché aquello con la desazón de no haberlo podido vivir, y, lo que es mucho peor, con la certeza de que jamás lo iba a sentir: Sombra. Aceras. Baños normales. Taxis. Cristal. Platos.
Me equivoqué. Llegó la llamada “Feria de día” en el casco antiguo que yo también ampliaría a la noche. Incluso todos los barrios se adornan de Feria, de algún modo.
En mi etapa universitaria no pisé la Feria. No podíamos regresar de Madrid en plenos exámenes finales. Ahora, ya en los cuarenta, vivo la Feria de otra forma. Desde luego no aparezco por el ferial, que tiene sus adeptos y, por esta razón, no debe desaparecer. Por mi parte estoy encantado con la opción que hoy me brinda Badajoz de disfrutar de la Feria en sus calles y no sé si seré el raro, pero para mí no ha habido Feria mejor que ésta del presente.