sábado, 3 de diciembre de 2011

Nuevos amos de casa

Grande ha sido el esfuerzo de los últimos gobiernos en lo referente a la igualdad de la mujer y la mejora de su situación social y familiar. Entiendo que el mensaje siga siendo que aún no se ha conseguido la emancipación de la mujer del hogar y el trato discriminatorio en el trabajo. Animo sin ninguna duda a sucesivos gobernantes a que no cejen en el empeño y persigan sin cuartel hasta el último reducto de machismo o injusticia social. No obstante, he de decir, aun a riesgo de ser tildado con las mayores ignominias, que tales y abyectos comportamientos son absolutamente desconocidos entre las personas que conozco de mi edad.
De hecho, cuando escucho a determinados líderes políticos quejarse, amenazar e indignarse con la situación de la mujer, me dan ganas de decirles que se ocupen de los ámbitos que conoce o de sus propios electores, ya que, en mi caso, no encuentro, ni en mi generación, ni en mi casa, situaciones parecidas a las denunciadas. En todo caso tendría que reivindicar una discriminación absoluta y perversa hacia el hombre. Me explico antes de ser irremediablemente expulsado del paraíso político por el arcángel de la espada de fuego.
Horrorizado yo mismo de lo que acabo de escribir, vuelvo a insistir en que no estoy justificando nada ni a nadie. Que circunstancias como las que denuncian estos líderes y líderas, bien reales y traumáticas serán, y las conocerán de primera mano, nunca mejor dicho.
Ya sé que todavía en muchas casas las mujeres, madres e hijas son las que, por ejemplo, hacen las tareas de la casa y ellos, padres e hijos, se pasean, como antiguamente, a mesa puesta y camisa planchada y lavada. O camiseta y chancleta, que a cada cual... lo suyo.
Pero yo en mi casa, queridos, currelo como Petra criada para todo, y mejor callado, no se me ocurra quejarme lo más mínimo. Cuando no tengo que escuchar que esto lo he hecho a desgana, o a destiempo, o regular, o no como debe hacerse. O si no lo hiciste, que, claro, que si una no está detrás, pues nada.
Hasta aquí, qué le vamos a hacer, todo bien. Por qué no, todos somos cristianos. Lo malo es cuando uno se da cuenta de que además de hacer aquello que nuestros padres ni se planteaban y que ahora se nos exige, de muy malas maneras en algunas ocasiones, seguimos realizando todas aquellas tareas que anteriormente nos correspondían. Verbi gracia. Cinco cañas, dos vinos y dos tapas de foie (antes sería una ración de calamares fritos), ¿quién paga? Adivinad. Niño que tose tres veces. Diagnóstico de la madre y prescripción de un medicamento determinado que o no hay en casa o está caducado. ¿Quién se viste y sale en coche en busca de una farmacia de guardia? Esto en el mejor de los casos. A los maridos bisoños que estén leyendo estas líneas les aconsejo que jamás pongan en duda tal encargo, ya que sufrirán la ira, desprecio y comentarios injuriosos de sus esposas, cuando no de suegras, madres y vecinos. Además de terminar yendo, por supuesto. Veraneo o viaje familiar. Estáte preparado para cualquier encomienda de lo más penosa dentro de la casa, incluida vestir a algún niño, y luego bájate un equipaje que desriñona al viajero más animoso. Los padres antiguos, después de deslomarse, tenían la posibilidad de vengarse con la queja de que le habían puesto en la maleta la corbata verde cuando ellos querían la de rayas azules. Ahora, lamentablemente, nos están esperando con mirada inquisidora en la puerta del apartamento mientras subimos, como Sísifo, la descomunal roca del equipaje veraniego que parece rodar de nuevo hacia abajo cuando alcanza la cumbre, y rezamos para que todo esté bien y no falte nada.
En fin, señora ex-ministra, sin malos rollos. Hablo de lo que conozco y en modo alguno, pongo en duda lo que ustedes dicen. Es más, les apoyo incondicionalmente en la persecución y repulsa de cualquier comportamiento machista en todos aquellos ámbitos que bien conocen.

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